Actividad para que las personas de un grupo se conozcan entre sí (a veces llamada «señale si…”)
Es un ejercicio muy sencillo: Alguien comienza diciendo «señale si para usted también es cierto que…» y completa la frase diciendo algo que sea cierto para él o ella. Por ejemplo, «levántese quien también esté sintiendo un poco de nervios sobre la próxima acción que vamos a hacer», o «levántese si usted también es madre o abuela», o «¡Póngase de pie quien se sienta más comprometido/a que nunca a luchar contra el cambio climático!»
Si la frase es cierta para otras personas en el grupo, estas responden según la instrucción (haciendo una señal, poniéndose se pie, alzando la mano, emitiendo un sonido). Escoja la opción más adecuada, según la que más energía le dé al grupo y la que permita que todo el mundo participe. Luego una segunda persona prosigue y dice una nueva frase que sea cierta para sí misma. Así todo el mundo tiene el chance de aprender cosas sobre las demás personas y hacer conexiones. Después de cada frase dele al grupo un momento para darse cuenta de cómo responde el resto.
A continuación, vemos un ejemplo de cómo se usó esta actividad en el contexto de una campaña, con un grupo de ocho personas que no se conocían entre sí y que estaban tratando de proteger su barrio.
Yo había descartado la idea de darle tiempo a cada persona para que se presentara. Para ello, el grupo era demasiado grande. Hacer una ronda así habría resultado mortalmente aburrido. Sin embargo, yo quería responder a la necesidad que había de saber quién más estaba presente. Todos los grupos tienen esa preocupación inicial y yo quería responder a ella de una manera que se empezara a generar un espacio seguro.
Inicié la actividad de inmediato. “Levántate si no te gusta madrugar.” Me puse de pie, animando a otras personas a que lo hicieran, -varias tenían una taza de café en su mano-. “Muy bien, ahora tomemos asiento y es el turno de alguien más para compartir algo que sea cierto para él o para ella.”
Con un poco de precaución, la gente empezó a decir cosas sobre el mismo tema: «levántate si te gusta madrugar”. La otra mitad del grupo se puso de pie. “Ponte de pie si quisieras estar afuera en el sol.” Con algunas primeras risas, la mayoría del grupo se levantó, incluyéndome.
No me sorprendió que el grupo pronto empezara a decir frases relacionadas con el tema que nos convocaba. “Ponte de pie si has vivido en tu casa por más de veinte años”. Más de la cuarta parte del grupo se puso de pie. Una mujer mayor se levantó después: «Levántate si tu familia ha vivido en tu casa por más de dos generaciones». Una docena de personas se puso de pie. Un hombre de mediana edad siguió: “Ponte de pie si durante esta época de fiestas has sentido terror y preocupación sobre los planes del constructor que quiere acabar con nuestro barrio”. Con profundos suspiros, la mayoría se levantó. Por una buena parte del tiempo que siguió, todo el mundo se levantó, literalmente en solidaridad con las demás personas en relación con el rango de emociones que estaban sintiendo: Miedo, derrota, esperanza, nervios, emoción y rabia.
Después de sentarse, alguien bromeó, «¡Así que no estoy solo!» El grupo rió y vi cómo varios hombros tensos se relajaron. Así estábamos empezando a generar seguridad en el espacio, algo de cohesión grupal gracias a la cual se podían tomar pequeños riesgos para mostrar vulnerabilidad y darse cuenta que no estaban en una lucha solitaria. Aún había que generar mayor sentido de seguridad en el grupo para trabajar el complejo contenido que teníamos en nuestras manos. (Usa este vínculo para leer más acerca de Cómo generar un espacio seguro con un grupo.)
Fragmento de Strategy and Soul de Daniel Hunter (www.StrategyAndSoul.org)